Té Blanco: Todo lo que necesitas saber

Té Blanco: Todo lo que necesitas saber

¿Qué es el té blanco?

El té blanco (白茶, Bai Cha) no viene de una planta distinta ni de una especie especial. Se elabora con la misma planta Camellia sinensis que el té verde, negro, oolong, amarillo e incluso al pu-erh. Lo que lo diferencia es el método de elaboración, es decir, cómo se procesan las hojas después de la cosecha. Es uno de los tipos de té con menos intervención en su elaboración.

A diferencia de tés más comunes, como el té negro, el té verde o incluso el pu-erh, el té blanco sigue siendo una rareza en muchas partes del mundo. Sin embargo, en los últimos años, su popularidad ha crecido de forma constante gracias a un mayor entendimiento de sus características y propiedades, tanto en estado fresco como envejecido.

El arte del té blanco: un proceso sencillo, pero sorprendente

El té blanco se produce mediante tres pasos: recolección, marchitado y secado. Aunque el proceso parezca simple, todo empieza con lo más importante: la calidad de las hojas. Sin buen material, no hay buen té. A partir de ahí, entra en juego la habilidad del maestro de té. Se requiere experiencia y conocimiento, además de un control preciso del clima, la humedad y el tiempo. Un pequeño error puede cambiar por completo el perfil del té, mientras que una ejecución cuidadosa resalta las mejores características de la hoja y su terroir.

Como en cualquier oficio, los detalles marcan la diferencia. Y en la preparación del té blanco, esos detalles importan mucho.

Es interesante que, a diferencia de los tés verdes, donde el paso obligatorio es el Sha Qing (杀青), o "matar el verde", que se hace para detener la oxidación, en el té blanco no se realiza este proceso. Los tés blancos pueden seguir madurando después del secado, permitiendo que las hojas se sigan oxidando de forma natural. Como no es un proceso uniforme, las hojas muestran tonos que van del verde al marrón, y su perfil aromático y de sabor también cambia: con el tiempo se vuelve más complejo, más profundo, más interesante.

Elaboración del té blanco

Recolección

El primer paso es la recolección de las hojas de té. En grados conocidos como Bai Hao Yinzhen se recolecta solo el brote, mientras que en Bai Mudan se incluye el brote junto a una o dos hojas superiores. En China, la cosecha se lleva a cabo entre marzo y junio. En otros países productores, como Tailandia, ocurre entre octubre y noviembre. Las hojas más valoradas se recogen al inicio de la temporada.

Marchitado

Tras la recolección, las hojas se colocan en bandejas de bambú en un lugar cálido, con algo de humedad y sombreado durante unas 72 horas. En ese tiempo, el agua se evapora poco a poco y las hojas comienzan a oxidarse de forma natural. A veces se exponen brevemente al sol para mejorar ciertas notas de sabor, pero hay que ir con cuidado para que no se sequen demasiado rápido o se quemen.

Secado

Una vez marchitadas, las hojas se secan con calor. Tradicionalmente, se extienden en un tambor de bambú colocado sobre una estufa de carbón caliente. El maestro de té debe ajustar la temperatura y mover las hojas para que el calor se distribuya uniformemente. Es un proceso que requiere precisión, ya que cualquier error puede afectar el resultado final.

Clasificación

Se revisan las hojas a mano y se eliminan las que no están en buen estado: demasiado gruesas, amarillentas o que no cumplen con la calidad deseada.

¿A qué sabe el té blanco?

Delicado, ligero y dulce. Así podríamos resumirse el té blanco. Aunque su perfil varía según la región y la cosecha. Suelen destacarse tres grupos principales de aromas y notas: verdes (herbáceas y a heno), florales y cerosos, y amaderados, con toques a pan, frutos secos, fruta con hueso y cacao.

Su sabor se debe al uso de hojas jóvenes procesadas mínimamente. El equilibrio entre estas notas siempre dependerá de la temperatura del agua y la cantidad de té utilizada. Según cómo lo prepares, unas notas brillan más que otras.

¿Cómo evoluciona el té blanco con el tiempo?

El té blanco no pasa por un proceso de calor intenso, lo que significa que sus enzimas permanecen activas después del secado. Gracias a esto, el té sigue evolucionando con el tiempo, transformando lentamente su perfil aromático y de sabor.

Con los años, sus sabores se vuelven más intensos y afrutados, la textura más jugosa y los aromas más complejos. Este concepto no está tan desarrollado como con los pu-erh envejecidos, pero cada vez hay más personas que aprecian el té blanco envejecido. El mito de que debe consumirse exclusivamente fresco ha quedado desmentido.

  • Menos de 5 años: Sabores frescos y florales.
  • 5-10 años: Aromas más profundos, con notas afrutadas y miel.
  • 10+ años: Tonos oscuros, madera, dulce y textura jugosa.

¿Cuáles son los beneficios del té blanco?

Aquí es donde nace la fama del té blanco. Al recibir mínimas transformaciones, se mantiene más cercano a su estado natural, por lo tanto, se considera más saludable.

No somos médicos ni bioquímicos, así que este tema lo dejamos para los expertos. Aunque varios estudios dicen que el té blanco ayuda con la presión arterial alta, el colesterol, la glucosa y el envejecimiento.

¿Cómo preparar té blanco correctamente?

Recomendamos usar agua entre 80°C y 95°C, especialmente para tés blancos jóvenes. Sin embargo, cuando se trata de tés blancos añejos, la recomendación es prepararlos con agua más caliente, entre 95°C y 99°C.

Para la preparación en estilo Gongfu cha, utiliza 5 gramos de té por cada 100 ml de agua, con una infusión rápida de 5 a 10 segundos, añadiendo 5 segundos más en cada nueva infusión. Un buen té blanco puede dar hasta 8 infusiones. Para la preparación al estilo occidental, usa 1 gramo de té por cada 100 ml de agua, con una infusión de 2 minutos, aumentando 30 segundos en cada infusión posterior, con un máximo de unas 3 repeticiones.

En cuanto al recipiente, todo excepto arcilla porosa. Recomendamos porcelana, cerámica o vidrio. Generalmente nosotros usamos un gaiwan de porcelana.